Hoy voy a entrevistar a un Hermano Mayor:
Don Jesús Manuel Plana Morales
Presidente de la Hermandad y Cofradía de la Soledad, de la Vera Cruz y de San Cristóbal.
P: Hola buenos días.
R: Hola buenos días.
P:Que tal.
R: Bien
P: Hay tres Hermandades de Pasión en Villarrubia de los Ojos, ¿Por qué la de la Soledad?
R: En mi casa siempre he vivido muy de cerca la Semana Santa. A mi hermano lo apuntaron a esta Hermandad porque mi tía lo ofreció a la Virgen de los Dolores si lo curaba de una grave enfermedad que tuvo de pequeño, y estuvo al borde de la muerte. Por eso en mi casa siempre se le ha tenido gran fe a la Virgen bajo esta advocación. Yo siempre lo veía vestirse. Además, siempre he pensado que el amor tan grande que una Madre tiene hacia sus hijos no se puede comparar con nada, es la única que perdona todo, absolutamente todo de un hijo, porque su corazón es muy grande. Sólo una Madre es la única que no se cansa de esperar, aunque el hijo no le corresponda, por lo que creo que la Virgen, nuestra Madre, nos tiene tanto amor que nosotros debemos corresponderle de alguna manera, y en este caso, pues siendo de una Hermandad dedicada a Ella. Al mismo tiempo siento verdadera pasión por la imagen de la Virgen de la Soledad, porque mirar su rostro me hace pensar en el dolor de una Madre, en el dolor de todas las Madres que, por una u otra causa, hoy están sufriendo.
P: ¿Qué ha significado en tu vida ser presidente de la Hermandad, costalero, penitente…?
R: En primer lugar fui hermano de luz, es decir, con mi farol en las filas, y me gustaba (y me sigue gustando mucho), pues sin los hermanos de las filas no seríamos nada. Desde el silencio se puede acompañar a la Virgen o a Cristo en el más absoluto de los anonimatos. Posteriormente fui costalero de la Virgen de los Dolores, y la verdad es que es una sensación que no puede explicarse con palabras: el poder llevar sobre mis hombros a la Madre, el sufrimiento de la Virgen, su dolor, su corona de espinas. En el año 1994 me llamaron para formar parte de la Junta Directiva; no me lo pensé dos veces, pues me gusta mucho la Hermandad y poder luchar desde dentro por ella me fascinaba. Aquí ocupé primero el cargo de vocal y posteriormente el de tesorero. Por último, fui elegido hermano mayor en 2002. Es una experiencia que se siente muy dentro, pues llevo a la Hermandad dentro del alma. Desde entonces lucho por ella cada día, todos los días. Al mismo tiempo también soy presidente de la Junta de Hermandades de Pasión de nuestro pueblo, y desde aquí también se ven las cosas desde otra perspectiva, intentando luchar por la Semana Santa en general de nuestro pueblo, sin distinción de colores (verdes, moraos o blancos). Cuando deje de ejercer en estos puestos, volveré a mi farol, a mi fila, y desde allí seguiré luchando, en el silencio y en el anonimato, por mi Hermandad.
P: ¿Cómo llegaste a ser Presidente, o, costalero de tu Paso de Semana Santa?
R: Llegué a ser costalero porque en 1990 buscaban hermanos para portar el trono de la Virgen de los Dolores, y desde la entonces junta directiva se me invitó a pertenecer al mismo. A propuesta de la junta también de aquella época pasé a formar parte de la directiva. Más tarde, el anterior presidente, habiendo cumplido su magnífica labor durante diecisiete años, decidió que había llegado el momento del relevo. Y me propuso a mí en unas elecciones de la Asamblea General, quien refrendó la propuesta. Después he vuelto a ser reelegido en dos ocasiones, la última este año.
P: ¿Cómo lo has vivido, cómo lo has visto, qué sientes el Jueves Santo por la mañana?
R: Vivo la Hermandad en particular y la Semana Santa en general con mucha profundidad, aunque tengo que reconocer que desde que estoy al frente de la Cofradía estoy más pendiente de que todo salga bien que del verdadero sentido cristiano y profundo con que debería vivirla y con el que lo hacía cuando era un hermano de filas. El Jueves Santo siento nervios, una mezcla de ilusión, de trabajo cumplido, de muchos esfuerzos que este día se verán recompensados, y, por qué no decirlo, algo de miedo: miedo a que falle algún detalle y eche a perder todo el trabajo callado de un año. Es una mezcla de sensaciones extraña pero a la vez intensa y bonita.
P: De vuelta al farol, ¿cómo lo ves? ¿Qué cambiarías?
R: Soy consciente de que más tarde o más temprano volveré con mi farol a mi fila. Y eso no me preocupa en absoluto. Antes bien, todo lo contrario, sé que ésa es la meta de todo hermano, ir acompañando a la Madre en su recorrido, a nuestra Virgen, a nuestras imágenes, para no dejarlas solas, ir de forma anónima en silencio acompañándolas en su dolor. Cambiaría ciertos hábitos de algunos hermanos que con sus actitudes hacen un flaco favor al sentido de hermandad que deberíamos vivir en el seno de una Cofradía. Supongo que esto será inevitable, porque al fin y al cabo somos personas. En el fondo tampoco se puede cambiar mucho, hay que dejar hacer a las personas que están al frente de la Hermandad en cada momento, pues, evidentemente, luchas por ella y la sienten de corazón.
P: ¿Qué faltaría en la Hermandad?
R: Sin duda alguna más sentimiento fraterno. Es algo por lo que debemos luchar, aunque, evidentemente, al ser cada vez más grande, es más difícil conseguir este objetivo. Es difícil, como digo, pero no imposible.
P: El primer recuerdo de tu infancia de nuestra Semana Santa.
R: El primer recuerdo lo tengo muy grabado en la mente y en el corazón, que es lo más importante. Recuerdo con nostalgia ver a mi hermano cuando mi madre y mis tías lo vestían. En mi casa eso era todo un ritual. Era el único cofrade de toda la familia y allí estábamos todos para verlo. Pero sin duda alguna el recuerdo más grato que tengo, es mi insistencia por ser cofrade blanco. Mi madre no quería apuntarme hasta que no fuera mayor, pero al final pudo más mi cabezonería y mi amor a la Madre que finalmente no tuvo otro remedio. Todavía hoy lo veo con la claridad de aquel día. Estaba sentado en el sofá del comedor de mi casa. Mi madre bajó al centro y subió a mi casa, abrió su cartera y sacó un papel que ponía: “Jesús Manuel, ya eres cofrade blanco”. Era una nota de Don Antonio Párraga (el presidente en el año 1981) que me confirmaba lo deseado por mí hacía años (yo tenía entonces 8 años). Mi madre le dijo que escribiera esa nota para que yo me lo creyera. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. La cara de mi madre y la mía. Son cosas que se quedan grabadas en el corazón para siempre. Recordarlo me emociona. No lo puedo evitar. Otro de los recuerdos primeros es ver a la Virgen de la Soledad por la calle en procesión; como estaba en su Iglesia, yo sólo la veía de año en año, y eso me hacía verla con más deseo aún. También recuerdo ver a mi prima vestirse de mantilla para acompañar a la Virgen de la Soledad. Ésos son mis primeros recuerdos de nuestra Semana Santa. Y son recuerdos que quedan tan grabados que no se olvidan.
P: ¿Cuál es la parte más emocionante de la Estación de Penitencia: la salida o la entrada en el Templo Parroquial?
R: Sin ninguna duda es la salida, pues es en ese momento cuando estallan todas las emociones contenidas. Los nervios, los meses de preparativos, las ilusiones…, todo, absolutamente todo, estalla en la salida. Además, y esto ya es a nivel personal, me emociona ver a tanta gente, en silencio, con los ojos llenos de lágrimas, cuando ven aparecer a la Verónica o a la Virgen por la puerta de la Iglesia. Veo, tras mi capillo, a mucha gente murmurando cosas: seguro que son súplicas a la Madre, seguro que son plegarias, seguro que son secretos íntimos, dolores de muchas madres que se los cuentan, en ese momento, a La Madre. Cada lágrima es una oración. Y eso, sin duda, emociona. La entrada también es emocionante, pero en ella se mezcla la tristeza, pues sabes que todo ha terminado hasta el año próximo.
P: ¿Cómo valoras el trabajo que actualmente desempeña la Hermandad, tanto dentro de la Iglesia como en la sociedad?
R: Considero que es un papel muy importante aunque insuficiente. Es importantísimo porque tanto mi Hermandad como las otras arrastran a mucha gente, tanto jóvenes, como niños y mayores, a participar del misterio más grande de la Iglesia: la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Al mismo tiempo que con las actividades que se llevan a lo largo del año hacen que los cofrades estén más metidos dentro del seno de la Iglesia. Muchos de los miembros de nuestra Junta Directiva y otros muy allegados a ella participan activamente en las tareas parroquiales: catequesis de comunión, catequesis de confirmación, Legión de María (Pastoral de la salud: visita a enfermos), Adoración Nocturna (adoración a Cristo Sacramentado), Orden Franciscana Seglar, Pastoral de la Familia, participación en el Itinerario de Formación que los presidentes de las Hermandades seguimos, etc. Intentamos formar a los hermanos repartiendo cuadernos de oración y formación a todos ellos en los tiempos litúrgicos fuertes. Al mismo tiempo participamos no sólo a nivel físico, sino también a nivel económico: aportamos el 10% de nuestros ingresos anuales a diversas campañas parroquiales y diocesanas, así como también misioneras: Día del Seminario, Cáritas, Domund, Campaña de la Vendimia, Campaña de Navidad, Infancia Misionera, etc. También participamos activamente en la vida social y cultural del pueblo. Igualmente participamos en los encuentros arciprestales y diocesanos de cofradías que el Obispado ha propuesto. Nuestra aportación a la cultura villarrubiera es evidente con la celebración de la Semana Cultural de San Cristóbal, la romería de la Cruz de Mayo, a parte de la dimensión cultural de la Semana Santa, evidentemente, (aunque ése no es nuestro fin, claro está). Nuestra aportación económica también es destinada a otras entidades sociales, como Cruz Roja o Médicos sin fronteras. Por tanto creo que es muy positivo el papel de mi Hermandad y de todas las demás en el marco de la Iglesia y de la sociedad. Sin embargo, también pienso que es insuficiente, pues podríamos colaborar todavía más a nivel personal con la Parroquia, comprometernos más, aunque la palabra compromiso cristiano parece que nos da miedo. Algunos miembros de nuestras cofradías están apartados de la vida parroquial y diocesana, y tenemos que tratar de que eso no sea así.
P: ¿Cuál crees que es el patrimonio más grande de una Hermandad?
R: Sin ninguna duda el patrimonio más grande son los hermanos. Sin ellos nada de lo que hacemos tendría sentido. Los hermanos y su fe. La fe es el mayor legado que nos han dejado nuestros mayores, una herencia recibida de Cristo. Sin la fe nuestra Hermandad no es tal.
Dime lo primero que pasa por tu mente con las siguientes definiciones:
- Cuaresma:
R: Tiempo litúrgico fuerte. Conversión. Preparación para la Semana Santa. Camino para la Pascua.
- IV Domingo de Cuaresma:
R: Reunión de hermanos. Comunión con los hermanos. Virgen de la Soledad.
- Nazareno:
R: Jesús. Mi amigo, mi hermano.
- Matraca:
R: Comienza la procesión. Que anden los hermanos y los tronos.
- Virgen María:
R: María de la Soledad y María de los Dolores: LA MADRE. Nuestra Madre. La que lo perdona todo. La que nos ama hasta el extremo. La que nos ayudará cuando nos presentemos con las manos vacías a Dios.
- Costalero/a:
R: Portador/a del Evangelio. Portador del dolor de la Madre y portadora de la faz de Cristo, de la única mujer valiente, La Verónica, que se atrevió a limpiar el rostro de Jesús. Sufrimiento. Jadeo. Penitencia. Sentido de hermandad. Muchas noches compartidas de ensayo.
- Resurrección:
R: El triunfo de Cristo. La vida sobre la muerte. La mayor esperanza y alegría de los cristianos.
- Cruz:
R: Dolor, sufrimiento. Los dolores del cada día. Enfermedad. Soledad. Símbolo de los cristianos.
- Trono:
R: Simplemente la envoltura para llevar a la Madre.
P: ¿Alguna reflexión que te quede en el tintero?
R: Solamente una: que no olvidemos nunca de donde venimos; que somos Iglesia y pertenecemos a ella. Y sobre todo, que sembremos la paz y la unidad entre nuestros hermanos. Ésa es la tarea mayor que se nos encomienda. Al final, lo demás, sobra.
Muchas gracias por atenderme y compartir con nosotros tus sentimientos para Villarrubiacofrade.
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