Señora aún no te he visto el rostro y añoro la
calidez de tu mirada, aún no has recorrido nuestras calles, y ya me ha parecido verte revirar por alguna
de las esquinas donde te aguardan tus hijos nazarenos.
Señora aún no has ocupado tu
lugar en nuestro templo, y ya te buscamos para rezarte y dejarnos acariciar por
tu amor de Madre. No hemos visto como ganas la calle y ya se agolpan en las
aceras corazones que anhelan ver que bien andas, sobre una alfombra morada de
túnicas nazarenas.
No ha herido la gubia, la bendita
madera de la que surgirán las manos que sostendrán entre el pañuelo de fino
hilo, los corazones de tus hijos que esperan impacientes el momento de llevarte
en pos de tu Hijo, que camino del Calvario, carga con nuestra salvación.
Pues si no puedo ver tu rostro
surcado por perlas de dolor inmaculado, si no puedo visitarte en la que será tu
casa, ni admirar tu saya bordada y tu inmenso manto de estrellas cuajado, ¿Qué
me queda en la espera de verte, visitarte
y contemplarte?
Me queda el rezarte Madre, el
consuelo de tu eterna presencia, tu Divina Maternidad, y el eco lejano de un
rumor apenas perceptible, que me susurra quedamente tu nombre, sin pasar por el
oído, directamente al corazón, desde el Calvario nos anuncias tu divina
advocación, Señora de la Amargura, Madre de Jesús Nazareno, Nuestro Señor.
Florencio Palomino.
Alcalá de Henares, a 11 de junio
de 2013.
San Bernabé Apóstol.